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Psicóloga Psicoterapeuta

DIFICULTADES EMOCIONALES

Tristeza, ansiedad, miedos, estrés, síndrome del impostor, dependencia emocional, autoestima, etc.

Dependencia emocional

¿Cómo podemos trabajar la ansiedad?

La ansiedad implica una preocupación constante y sensación de estar "atrapado" o nervioso/a, y esta sensación viene acompañada de síntomas físicos como dificultades de concentración, mente en blanco, tensión muscular, problemas de sueño, irritabilidad, fatiga, mareos, palpitaciones, presión en el pecho, sudoración excesiva, sequedad bucal y molestias abdominales. Está relacionada con la anticipación de eventos negativos, como el temor a enfermedades, accidentes, pérdida del empleo o dudas sobre la capacidad para cumplir con tareas y responsabilidades.  En el tratamiento de la ansiedad, se identifican los síntomas y emociones descritos por la consultante, así como lo que se observa en el cuerpo. Se recopila información según protocolos de atención, respetando siembre el ritmo de la persona consultante. Se registran contextos y patrones que desencadenan la ansiedad, analizando los "disparadores" que la causan y explorando los recuerdos para identificar experiencias pasadas que activan reacciones desproporcionadas. La terapia busca integrar memorias semántica y episódica en un ambiente seguro para procesar experiencias pasadas. La ansiedad normalmente está más relacionada con la activación de experiencias pasadas no integradas adecuadamente que con situaciones difíciles actuales.

¿Cómo podemos trabajar los miedos intensos?

Cuando el miedo hacia algo es muy intenso, suele provocar una gran ansiedad cuando se enfrenta o se anticipa el objeto o situación temida, causando un notable malestar y afectando la vida personal, social o profesional de la persona que lo sufre. Puedes notarlo por los siguientes síntomas: Aumento de la actividad fisiológica: taquicardia, sudoración, palidez, sequedad bucal, diarrea. Pensamientos anticipatorios de consecuencias negativas y catastróficas. Conductas de evitación ante el estímulo que genera el miedo excesivo. La intervención siempre comienza con una entrevista inicial para entender el problema, las situaciones en las que te sucede, así como la intensidad y su frecuencia, y de qué manera está impactando en tu vida. Es importante conocer los síntomas físicos y/o psíquicos que están generando malestar, para determinar la intervención adecuada. ​ A continuación se explorarán las situaciones que han contribuido al inicio y al mantenimiento del miedo específico y se realizará un recorrido por la historia del consultante para comprender los estímulos desencadenantes que activan recuerdos o experiencias que han sido difíciles y que no han sido procesadas a lo largo de la vida de la persona.  Estos disparadores se van analizando para entender cómo provocan reacciones desproporcionadas. Así, durante la terapia, se identifican y reprocesan las experiencias clave que causan el síntoma, integrando la memoria semántica y la memoria episódica dentro de una relación terapéutica de seguridad previamente establecida que hace que la persona se encuentre con la calma suficiente que facilite el reprocesamiento de experiencias pasadas. Así, la respuesta de ansiedad ante el objeto o situación fóbica se relaciona más con la activación de recuerdos de experiencias previas no integradas adecuadamente, que con el objeto o situación en sí. A lo largo de las sesiones, el paciente reprocesa estas experiencias hasta reducir la elevada ansiedad  y mejorar su vida cotidiana.

¿Cómo podemos gestionar mejor el estrés?

El estrés se describe como la respuesta fisiológica del cuerpo que activa diversos mecanismos de defensa para enfrentar una situación percibida como amenazante o exigente. Es una reacción natural y esencial para la supervivencia. Sin embargo, cuando esta respuesta se activa en exceso, puede generar una sobrecarga de tensión que afecta negativamente al organismo, provocando enfermedades y alteraciones patológicas que interfieren con el funcionamiento normal del cuerpo. La respuesta al estrés es nuestra forma de enfrentar y adaptarnos a las diversas situaciones y demandas que encontramos, y se desencadena cuando sentimos que nuestros recursos no son suficientes para manejar los problemas. La exposición a situaciones de estrés no es inherentemente negativa ni conduce necesariamente a efectos adversos. Solo cuando las respuestas de estrés son excesivamente intensas, frecuentes y prolongadas, pueden producirse trastornos en el organismo.  Las personas reaccionan y enfrentan situaciones similares de manera diferente. Algunas son más "resistentes" gracias a sus recursos emocionales, familiares y cognitivos, y manejan la enfermedad de una manera más positiva y adaptativa que otras.  Podemos hacernos estas preguntas:  - ¿Por qué una situación puede ser un desafío o una amenaza? - ¿Por qué la misma estrategia es eficaz para unas e ineficaz para otros? - ¿Por qué, ante la misma situación, algunas personas evitan y otras buscan apoyo? ​ Si rescatamos el modelo del estrés de Lazarus y Folkman que entiende el estrés se produce cuando la persona percibe su entorno como amenazante, estos rescatan que esta manera de percibirlo, depende de muchos factores. En primer lugar, dependerá de sus variables de personalidad (optimismo, autoestima, percepción de control, predisposición a la ansiedad) y las variables ambientales (si hay muchas exigencias externas o si por el contrario hay recursos de apoyo social y acceso a recursos médicos).  Por otro lado, juega un papel muy importante la evaluación cognitiva que realiza la persona de la situación, es decir, las cosas que pensamos y que nos decimos a nosotros/as mismos/as en esos momentos y lo que vamos a hacer al respecto para afrontar esa situación estresante.  Por lo tanto, habrá que ir analizando en qué momentos se produce ese estrés, que cosas nos decimos cuando se produce y qué mecanismos de afrontamiento tiene la persona para hacer frente a las situaciones que se le van presentando. Habrá que ver qué es lo que no está funcionando para intentar caminar hacia otras direcciones más saludables. La terapia puede ayudarte en todo este camino.

Crecer en familias disfuncionales genera síntomas en las personas, a corto y a largo plazo. Algunos de estos síntomas pueden ser la ansiedad, la baja autoestima, el estrés, la depresión, los problemas de conducta, los trastornos alimentarios, el miedo, etc. Con el tiempo, puede incluso aparecer sintomatología ligada a enfermedades autoinmunes en las que el síntoma normalmente aparece y está desvinculado del evento traumático como tal.  Cuando somos niños/as, tendemos a adaptarnos siempre a las exigencias y demandas del entorno que tenemos (familia, escuela, etc.), aunque sea un entorno que no sostiene o no reconforta lo suficiente, en un intento constante de recibir amor. De modo que, según de dónde vengamos, tendremos diferentes maneras de vincular (apego seguro, inseguro o desorganizado) y diferentes mecanismos de afrontamiento para lidiar con las dificultades de la vida. Conocer todo esto te ayudará a entenderte y comprender tus reacciones automáticas, mientras paralelamente estamos construyendo una relación de apego seguro entre tu y yo y que será sostenedora y poco a poco transferible al resto de tus relaciones. Por otro lado, en terapia también es fundamental conocer tu historia de vida en la búsqueda de mecanismos de defensa disociativos y que te hiperactivan en el presente produciéndote ansiedad o dolor…, con el objetivo de detectar y a reprocesar las heridas del pasado que te siguen activando para que cada vez te activen menos y que puedas vivir con más calma y autenticidad.

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Laura Esteban

Psicóloga Psicoterapeuta

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¿Cómo puedo ayudarte?

Vivimos en un mundo injusto donde cada vez nos tenemos que enfrentar a más desafíos.

Donde hay guerras, hambre, desigual distribución de los recursos.

Donde según donde hayas nacido tienes unas cosas u otras, unas facilidades u otras.

Donde estudiar una carrera o dos no te garantiza que vayas a encontrar un empleo de calidad.

Donde la exigencia es muy elevada. Donde a los hombres se les valora más que a las mujeres.

Donde la competencia exige que siempre demos más.

Donde se nos señala lo malo y no lo bueno. 

Un mundo en el que muchos crecemos sin saber qué necesitamos para estar mejor.

Un mundo donde no elegimos de dónde venimos. Y un largo etcétera. 

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